Cuando pierdes algo, te entristeces y te entra un no sé qué en la boca del estómago que podríamos definir como "vacío". Cuando pierdes un hijo, entras en pánico. Empieza la locura.
Mis padres, cuando era pequeña me perdieron. O me perdí solita, no lo tengo claro.
Estaba en el mercado un sábado por la mañana y lo único que recuerdo es ir caminando y que unas chicas de una floristería me preguntaron algo, yo entré y me dieron Sugus. Yo era feliz. Estaba en brazos y comía golosinas. Para qué necesitaba más.
Lo que sentían mis padres intuyo que era totalmente diferente. Menudo susto les dí.
Y claro, el destino hay veces que se toma su tiempo, pero se acaba vengando y pegándote una risotada en la cara.
Mi destino se tomó 35 años, pero lo consiguió. El pasado domingo Buck se perdió. Y sí, se perdió él porque yo no me despisté, no iba mirando el móvil ni las musarañas. Cogió un camino, fui detrás y había desaparecido. Ni rastro.
Una hora más tarde, medio barrio buscándolo y muchos km recorridos, apareció. Estaba tan feliz en los campos de petanca entre señores y pelotas. Feliz.
Seguro que ni se enteró,como