Se suponía que este fin de semana iba a ser soleado y playero.
Ya tenía preparadas la bolsa (playera), el bikini, las chanclas, un libro, un mini neceser (que nunca utilizo pero por si acaso) y todos los potingues posibles para estar bien protegida en el rostro, escote, lunares, cabello y resto del cuerpo.
La verdad es que mi bolsa de la playa no tiene nada que envidiar a algunas bolsas de mamás, sustituyendo los cubos y palas por libros y revistas.
Creo que las mamás que van a la playa y se llevan una revista es porque albergan la esperanza de poder tener un minuto para sí solas y desconectar un poco entre los últimos modelitos que se llevan y las novedades del papel cuché. Pero después, la revista no sale de la bolsa y queda relegada a un segundo plano entre "no te vayas tan al fondo", "no tires arena a la gente", "sal de una vez que te vas a arrugar".
Y mi bolsa está conmigo, sí. Pero no