Hace unos días fue mi cumpleaños.
39 primaveras que ha cumplido ya la menda lerenda. Que si los comparamos con los 49 que tienen algunas amigas, soy una pipiolilla, pero si lo hago con las que tienen 34 pues bueno, ya no es lo mismo.
Pero como siempre decimos, la edad está en el interior y no se cumplen años, se viven experiencias y blablaba. Que sí, que sí, pero vamos, que me sentiría mucho mejor con las mismas experiencias y 10 años menos, no nos engañemos.
Los que me seguís en Instagram habréis podido ver una píldora de cómo han sido estos días. La verdad es que creo que nunca celebré tantas veces el cumple, nunca tuve tantos regalos ni tantas felicitaciones.
De hecho, una semana más tarde, todavía lo estoy celebrando y sigo recibiendo regalos. ¿A que es fantástico? (Confieso que me encantan los regalos. Hasta que los autohago en fecha señaladas. El momento de rasgar el papel y encontrarte con un detalle, es una sensación que me lleva directa a la inocencia e ilusión de cuando era niña y me encanta recrearla).
Pero dejemos los años y vayamos a lo importante: ¿A quién le rechifla el