Después de 5 años con Buck, al que adoro pero a veces le pegaría un rapapolvo, me he vuelto especialista en mirar hacia otro sitio cuando llueve, cuando está mudando pelo y cuando bebe agua.
Tener un perro tiene ese poder. Te acostumbras a convivir con babas, pelos y suelos mojados llenos de patitas monísimas con sus cuatro almohadillas bien definidas. La huella del delito. Sabes exactamente por dónde ha estado el chucho en tu ausencia.
Antes decía que la ley de Murphy se manifestaba cuando lavabas el coche y llovía. Ahora se manifiesta en muchas ocasiones cada vez que friegas el suelo.
Basta con que el suelo esté reluciente para que venga el muchacho con su caminar feliz y ese movimiento de cola/pompis que tanto me gusta, para ver que en breve, empezarán a aparecer patitas y naricillas incrustadas por todas partes.
Que si ahora bebe agua y eche fuera la misma cantidad que introduzce a lengüetazos en su gran boca (agua que después pisa y va dejando caminitos...). Que si después lo que