Cuando era pequeña, no me gustaban los guisantes. Recuerdo que mi madre los preparaba en algunas ocasiones con jamoncito y rehogados. Pero a mi no me iban demasiado.
Ahora me he vuelto adicta a los guisantes. Me encantan. Eso sí, frescos. Siguen sin gustarme los guisantes envasados.
Me encanta el aroma que desprenden al abrir la vaina, ver las mini bolitas que se agolpan dentro, como si fueran mini tesoros dentro de un cofre. Adoro el sabor dulzor que tienen y el puntito crujiente, ya que me gustan salteados durante pocos minutos.
Con un buen aceite de oliva y una pizca de sal, están deliciosos.
Hace unos días os presentaba estas tostadas con paté de guisantes y parmesano. Deliciosa.
Con los guisantes que sobraron, preparé este plato de arroz con almejas.
Sencillo,