Hace más años de los que me gustaría reconocer, planeamos mi amiga M. y yo una visita a algunas ciudades de Andalucía.
Salíamos de Barcelona hacia el sur en su flamante coche nuevo y nos dirigíamos al sur, haciendo una parada primero en Sevilla, después en Cádiz y terminábamos en Tarifa.
Todavía recordamos lo bien que lo pasamos. Era finales de julio, teníamos apenas 20 años y disfrutamos como enanas. Eso sí, lo del calor en Sevilla aquel año, nada de nada. A la sombra hacía un frío de narices (entendamos frío, como brisilla fresca, tampoco exageremos).
Ya os podéis imaginar lo bien que lo pasamos.
Después de estar en Sevilla unos días y vivir las fiestas del barrrio de Triana, cogimos de nuevo el coche para ir a la Tacita de Plata.
Quedamos enamoradas de esta ciudad. Cádiz quedará siempre en nuestro recuerdo con una de nuestras ciudades favoritas. La luz, el color y el olor que se respira es increíble. Y la gente, por supuesto.
Lo pasamos en grande y estuvimos unos días a cuerpo de reinas.
Estoy empezando a pensar que mis vecinos me toman por una "casi" homeless.
Únicamente me ven por la mañana cuando saco a Buck con los ojos todavía hinchados y el cabello sin domar (no sé porqué aunque lo peine, hasta pasadas 2h, no toma su "estado normal") y siempre la misma ropa: tejanos, zapatillas viejas, anorak negro. Lo único que cambia es la parte interior, que no se aprecia y la gorra que llevo cuando llueve.
Todo tiene una explicación: mis paseos con Buck no son de señorita por la acera donde lo máximo que te puede pasar es pisar una colilla. No.
Mis paseos son en un parque donde hay más perros y se te suben encima, te piden chuches, te pisan y te llenan de barro. Así que sintiéndolo mucho, mis zapatillas viejas, mis tejanos medio rotos y mi chaqueta "nomeimportaquepongastuspatazasencima" son mi atuendo diario.
Llega Sant Valentín.
Sí, sí, tomad buena nota no se os vaya a olvidar, porque aunque demostréis que lo que cuenta es el día a día, el día de San Valentín hay que celebrarlo. Y no hace falta hacerlo por todo lo alto, ni llevar a tu amada a cenar a París (que también estaría bien), o dejarte el sueldo de dos meses en un regalo.
No es necesario eso. Los pequeños detalles, realmente son los que cuentan (pero anotad, lo de la cena en París, eh!).
También es curioso que las personas menos detallistas, las que nunca o en contadas ocasiones tienen un detalle, son precisamente las que alzan la bandera del espíritu comercial de la fecha...
De siempre se ha dicho que el marisco es afrodisíaco y en especial las ostras, por su aporte en zinc, importante para la producción de testosterona.
Así que ya sabéis, si tenéis plan, tomad una buena docena de ostras (e intentad que no os chorretee el agüilla cuello abajo, por favor).
Y si no tenéis plan, pues
Bien, bien no es un estofado en su forma tradicional, pero permitidme que lo llame así.
Es una de esas recetas que si no fuera por la falta de tiempo y el coste del ingrediente principal haría más a menudo.
Un plato caliente, de los que te abrazan por dentro y te hacen sentir mucho mejor después de tomarlos.
Estos días de frío, lluvia, viento y nieve (Piqueras está disfrutando de lo lindo), son los que agradeces este tipo de platos, verdad?
Pues nada más sencillo que una (o dos) langosta, unas almejas, patatas, crema de leche y un chirrín de whisky por aquello de darle el toque. Con esto y un poco de paciencia tenemos un plato de cuchara de auténtico lujo.
Y habéis visto qué langosta? Fui llamada por ella cuando la vi en el mercado. Prometo que me pidió por favor que hiciera este plato con ella (bueno, quizá la historia ella no la contaría así, pero ya sabemos que en una historia siempre hay dos versiones -y