Cómo hacer ajoblanco en Thermomix

No me gusta ir de compras. No me gusta. Nada. Nada de nada.

Pero me gusta la ropa. Me gusta estrenar modelitos, ir a la moda (en lo que se puede) y tener prendas por estrenar en el armario. Sí, soy así de contraria. 

Si queréis hacerme un buen regalo, podéis contratar a un personal shopper para que traiga ropa a casa y evitarme el suplicio de rebuscar y probarme ropa. Seré feliz. Más feliz que si me regaláis un jamón (y los que me conocen saben que hasta ahora era el mejor regalo).

Cuando no tengo más remedio que ir de compras tienen que darse dos situaciones:

– Levantarme con ánimo, el ego subido y estar preparada para lo que me viene encima.

– Ir sola. No podría ir acompañada. De hecho, si voy de paseo con amiga, odio (profundamente) entrar en tiendas.

Debo ser un poco rara, la verdad.

 

Total, que ahora me encuentro que la panza se va abultando por días (y por horas!) y estoy intentando escapar de la búsqueda de ropa premamá. Sé que no habrá más remedio porque el armario disponible se va reduciendo a pasos agigantados, pero bueno.

Por ahora lo estoy consiguiendo de malas maneras con una goma ojal-botón en los tejanos, pero que deja la cremallera medio subida con lo que como no tengas cuidado, llevando algo encima que no acabe subiéndose, puedes hacer el ridículo en cualquier momento (y seguro, el menos apropiado).

También me han dicho el truco del imperdible. Es la fase dos.

La fase tres es limitarme a los leggins, faldas elásticas y vestidos veraniegos. Suena bien, ¿verdad?

Estoy deseando que llegue el buen tiempo peeeeero, si últimamente se me ponen los tobillos a modo elefante (en mayo, de 5 meses) no quiero pensar qué pasará en agosto, estando de 7 meses.

Yo que pensaba que lo de comprar zapatos una talla más grande sería exagerado… ¡JA! 

Porque os voy a contar una cosa: tú entras en Pinterest, Instagram o en blogs y ves cocinas fantásticas, familias felices cocinando juntos y entornos y vidas perfectas. Pues con la ropa premamá, es lo mismo. Ves a chicas que solo tienen una sandía por barriga luciendo modelitos fantásticas, subidas a tacones, con vestiditos y modelitos monísimos de la muerte. Y después te ves tú, a quien cada día le ha salido un bulto nuevo, que te ves caminando como un pato si llevas tacones (a no ser que vayas de puerta a puerta, literal) y quien se pega un susto cada vez que se ve el reflejo en un cristal. Porque sí, esa es tu nueva tú. Vete acostumbrando.

Fuera exageraciones y bromas, es emocionante ver que cada día tu barriga se va convirtiendo en una panzota y notar a tu retoño moverse dentro de ti. Los kg ya se irán cuando tengan que irse acompañados de sudor y esfuerzo (y horas sin dormir y cara de loca).

Por ahora, a disfrutar del embarazo y de platos ricos como este ajoblanco.

La receta es de Velocidad Cuchara mi imprescindible para recetas con este aparatejo.

Espero que os guste. Disfrutad de la semana.

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Ingredientes:

– 200 gr. de almendras (crudas y peladas)

– 2 dientes ajo sin la parte central

– Sal (yo le puse una cucharada de postre)

-100 gr. de miga de pan blanco del día anterior remojada en agua y escurrida (utilicé la miga de una barra entera)

– 70 gr. aceite de oliva extra virgen

-30 gr. vinagre blanco

– 800 ml. de agua

– Uvas blancas

Preparación:

Poner en el vaso las almendras, los ajos y la sal. 30 segundos, velocidad 5.

Añadir la miga de pan. 15 segundos, velocidad 5.

A través del agujero de la tapa, ir echando el aceite poco a poco mientras trituramos a velocidad 5 (sin tiempo).

Incorporar el vinagre y el agua. 2 minutos, velocidad de 5-10. Si te gusta más líquido, puedes incorporar más agua.

Dejar reposar en la nevera un par de horas y servir con unas uvas blancas (también puede ser bolitas de melón).