Hoy os traigo un esponjoso cake de limón, de esos que se deshacen en la boca y nada empalagosos gracias al toque ácido del limón y a la reducción en la cantidad de azúcar de la receta original, aunque claro, algo de azúcar lleva. ¡Hay que alegranos la vida!
Delicioso cake para una charla entre amigas, de reflexiones, de cofesiones y alguna que otra confidencia. Y como estamos un poco lejos o como mínimo una pantalla nos separa, vamos a hacer las confesiones de forma virtual.
Yo confieso que soy muy feliz. Tengo mucho más de lo que necesito y tengo dos hijos sanos y felices que me llenan el alma.
Pero antes de tener hijos también era muy feliz. ¿Por qué la gente se empeña en que la felicidad va unida a la descendencia?
Hace unos años, yo estaba soltera, viviendo en un pisito la mar de mono, con mi perro Buck y realmente era super feliz. El proyecto profesional iba de maravilla, el personal también, quedaba con mis amigas, con mis amigos, iba a eventos, me quedaba en casa si me apetecía, me iba de viaje sola o acompañada y vivía feliz.
Ahora todo esto ha cambiado drásticamente. En estos momentos mi vida pasa entre pañales, mocos y cortar uñas (cómo les crecen tanto las uñas a los bebés?). Hace bastante que no voy de cena, ni a eventos, ni casi ni de viaje. Pero también soy feliz. Soy feliz de otra manera y con otras cosas. Noto que he avanzado, he madurado y soy feliz.
¡Pero es que antes ya lo era también!
Y ya es la tercera vez que alguien cercano me dice cuanto se alegra por mi ahora que tengo dos hijos y una vida «estable», que antes, viviendo sola con mi perro…
De verdad que no lo entiendo. ¿Por qué tenemos que esperar a sentirnos llenos cuando tenemos hijos? Adoro a los míos, pero os aseguro que si los he tenido no ha sido porque era lo que necesitaba para sentirme plena. Los he tenido porque deseaba tener hijos, pero plena, ya lo era antes.
Y os confieso, que cuando están los dos berreando como si no hubiera un mañana, me acuerdo de mis momentos, esos que algunos llaman tristes, cuando estaba tranquilamente espanchuflada en el sofá, haciéndome la manicura con una copa de cava y las tetas «guardadas» sin preocuparme de si alguien va a necesitarme al darme la segunda capa de esmalte y sin sentirme culpable por un trago de cava.
Lo dicho, adoro a mis hijos y mi vida es plenamente feliz con ellos, pero antes de ellos ya lo era.
Y después de la reflexión, la receta la podéis ver aquí, ya que es la misma que la de los bizcochitos. Exactamente igual pero presentada de otra forma y es que fue tal el éxito que tuvimos que volver a hacerla.
¡Feliz semana!